El ballet es un logro personal, que requiere de una disciplina y esfuerzo muy superior al resto de actividades artísticas. Además de una capacidad para soportar presiones, y de un trabajo regular y constante.
Exige unas características físicas específicas, como tener un cuerpo delgado, fuerte y flexible. Así como, control del cuerpo, equilibrio y un alto grado de concentración.
Por otra parte, se precisan unas características intelectuales y sensoriales: memoria e inteligencia capaz de captar una secuencia de movimientos coordinados con la música, a la vez que se expresa un sentimiento.
Todos estos requerimientos condensan el exigente arte del ballet.
Traducir todas estas cualidades a “arte” sin duda conlleva muchos y muchos años de estudio, de repetir miles de veces un mismo movimiento, de interiorizar cada detalle.
Entrenamiento, voluntad, emoción y estética …… es toda una vida de dedicación.
La armonía del ballet se exige en cada movimiento. Esto implica conocer el desplazamiento, el tiempo, la fuerza, la velocidad, la altura, la posición de cabeza, brazos y piernas, y todo ello dotado de musicalidad.
La meta es la sencillez y naturalidad de los movimientos, pero para llegar a ello hay que conocer y practicar a fondo la técnica, para después olvidarla y automatizarla, y poder dedicarse simplemente a sentir.
Para finalizar diré que todos estos esfuerzos llevan a la verdadera intención del ballet, a su valor artístico: expresar mediante el movimiento. De nada sirve ser un virtuoso si no se trasmiten emociones. El bailarín sin duda es un ser especial.
Como muestra, se puede observar en el video la magistral actuación de Viengsay Valdés, en la locura de Giselle, un ejemplo de expresión e interpretación.
Exige unas características físicas específicas, como tener un cuerpo delgado, fuerte y flexible. Así como, control del cuerpo, equilibrio y un alto grado de concentración.
Por otra parte, se precisan unas características intelectuales y sensoriales: memoria e inteligencia capaz de captar una secuencia de movimientos coordinados con la música, a la vez que se expresa un sentimiento.
Todos estos requerimientos condensan el exigente arte del ballet.
Traducir todas estas cualidades a “arte” sin duda conlleva muchos y muchos años de estudio, de repetir miles de veces un mismo movimiento, de interiorizar cada detalle.
Entrenamiento, voluntad, emoción y estética …… es toda una vida de dedicación.
La armonía del ballet se exige en cada movimiento. Esto implica conocer el desplazamiento, el tiempo, la fuerza, la velocidad, la altura, la posición de cabeza, brazos y piernas, y todo ello dotado de musicalidad.
La meta es la sencillez y naturalidad de los movimientos, pero para llegar a ello hay que conocer y practicar a fondo la técnica, para después olvidarla y automatizarla, y poder dedicarse simplemente a sentir.
Para finalizar diré que todos estos esfuerzos llevan a la verdadera intención del ballet, a su valor artístico: expresar mediante el movimiento. De nada sirve ser un virtuoso si no se trasmiten emociones. El bailarín sin duda es un ser especial.
Como muestra, se puede observar en el video la magistral actuación de Viengsay Valdés, en la locura de Giselle, un ejemplo de expresión e interpretación.