“En primer lugar, cuando hayáis entrado en el salón destinado a la danza, escogeréis alguna honesta doncella que os parezca bien y, tomando el sombrero con la mano izquierda le tenderéis la derecha para invitarla a bailar. Ella, discreta y bien aleccionada, os dará su mano izquierda y se levantará para seguiros…”.
Esta es la invitación a la danza, tal y como figura en el tratado de Thoinot Arbeau, titulado Orchésographie y publicado en 1588.
La historia de la danza comienza con la historia de la humanidad. Expresión esencialmente humana, tanto individual como colectiva, en el transcurrir del tiempo adoptó diversas y variadas formas y maneras. Fenómeno complejo, masculino y femenino, profano y religioso, popular y cortesano, la danza, vinculada estrechamente al canto, a la música y al teatro, ha recorrido a través de los siglos un largo camino, alcanzando en la época moderna una de sus etapas más ricas y creativas.
Esta es la invitación a la danza, tal y como figura en el tratado de Thoinot Arbeau, titulado Orchésographie y publicado en 1588.
La historia de la danza comienza con la historia de la humanidad. Expresión esencialmente humana, tanto individual como colectiva, en el transcurrir del tiempo adoptó diversas y variadas formas y maneras. Fenómeno complejo, masculino y femenino, profano y religioso, popular y cortesano, la danza, vinculada estrechamente al canto, a la música y al teatro, ha recorrido a través de los siglos un largo camino, alcanzando en la época moderna una de sus etapas más ricas y creativas.